Y vino a vivir entre nosotros.
“Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.”
Juan 1:14 NTV
Al meditar en este versículo, podemos ver al eterno hacerse temporal, al invisible, visible, al inalcanzable cercano, el etéreo tangible, al creador criatura, al Único del Padre entre nosotros para transformarnos por medio de su sacrificio de amor en uno con Él, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Ahora bien solo un par de versículos atrás podemos leer lo siguiente :
“Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.”
Juan 1:10-12 NTV
Lo que hace al amor, ser inagotable y fiel, es que no espera en los demás para dar, para actuar ni para sanar, se derrama por encima de y aun en contra de todo y todos. No existe forma, fuerza ni condición humana que me acerquen a Dios, por el contrario mi humanidad vana, egoísta, pretenciosa y orgullosa, rechaza lo que venga de Él, pues a causa de la rebeldía, el querer hacer las cosas a mi manera, me hace incapaz de entender que la única forma es dejar que Él sea Dios en todo y en mí, en otras palabras, vaciarme de mí, morir a mi yo, para ser lleno de Él, renacido en Él, por medio de su infinito e inagotable amor, como también dice más adelante este capítulo 1 del evangelio de Juan:
“De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra. Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.”
Juan 1:16-18 NTV
Por lo cual hoy, permitámonos disfrutar de la experiencia del amor sin condición, decididos a menguar para que Él crezca en nosotros, a morir a nosotros mismos, para que Él pueda habitar en nosotros por medio de su Espíritu y ser entonces casa viva de Dios, templo del Espíritu Santo. De esta manera brotará de nuestro interior un río de agua viva, con el cual podremos sanar, amando a los demás como a nosotros mismos, siendo luz y sal en todo lugar y en todo tiempo, en el Nombre de Jesús, amén
Un muy bendecido viernes
Pastor Diego Ospina